20 ó 30 kilos después

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Por cuestiones de azar, hace un par de meses me topé, cerca de la oficina, al Fer, un tipo que conocí desde el primer año de la primaria y con quien conviví desde los cinco hasta los catorce años en la escuela. Éramos un grupo de cuatro, complementados por el Chino y Vourdalak.

Cuando salimos de la escuela secundaria, cada uno tomó caminos separados y nos dejamos de frecuentar.

Ayer recibí una llamada de Fer, para convocarme a comer con él y el Chino en un lugar cercano a mi empleo. Somos de la misma edad (algunos meses de diferencia, si acaso). Vourdalak está perdido, haciendo, por lo último que supe, eventos de música gótica.

Fer se casa en un par de meses y el Chino está trabajando en alguna aseguradora, soltero pero ya estuvo comprometido, ahora está unos veinte o treinta kilos más pesado... quizá hayan pasado ocho años desde que nos vimos por última vez.

Los años no pasan por uno, se le van quedando acumulados y pesan bastante.

Noche de garito

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Creo que Sísifo tiene suficientes vicios en este momento como para hacerse de uno adicional. Como se ha estado haciendo costumbre, una vez a la semana, la casa de Ita ha sido recinto de alcoholes, siempre entre semana, y desvelos previos a días laborales.

En esta ocasión su casa se tornó en un garito y temí por adoptar un vicio nuevo: el juego y las correspondientes apuestas. Gané un poco y perdí otro tanto, pero me he dado cuenta que no puedo adoptar un vicio más. Con los que tengo me bastan, particularmente porque no puedo pagarme el del juego.

Arrepentimientos y disculpas

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Ella se arrepintió ya de las pendejadas y ofreció disculpas. Claro, un tanto tirada al daño y jugando el papel de víctima. Sin embargo, creo que es indispensable transcribir lo que alguna vez ella le escribió: La palabra que sueltas es tu amo; de la que guardas eres esclavo.

Me parece que el punto de no regreso pasó ya y, a pesar de tres años de estar juntos, es prácticamente imposible que vuelvan a estar juntos; e improbable que puedan llevarse pronto.

En palabras de uno de los "genios" (si no es que el mayor de ellos) del siglo pasado "time will tell, sooner or later time will tell".

SMS nocturos

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Ellos terminaron hace unos cuatro meses y diciembre fue infernalmente deprimente, este año se vieron a principios del mes pasado y sólo han hablado algunas (quizá seis) veces y el tono ha sido limitado a la cordialidad. Una noche, que bien pudo haber sido la de ayer, después del limitadísimo contacto, ella comenzó una conversación de mensajes de texto desde fuera de la capital…

Ella: Salud!
Él: Gracias, igualmente
Ella: Cómo ves, nos echamos otra?
Él: Aguanta, que yo apenas voy a por la primera… Qué onda?
Ella: Jajaja. Bueno… te espero
Él: Ja! Dónde, cuándo… por qué?
Ella: Empecé temprano porque mañana tengo que trabajar. Estoy en (algún lugar) y quiero brindar contigo.
Él: Sabia Decisión. En algún momento habrá tiempo de brindar
Ella: Este es el momento de brindar. No hay mañana que valga.
Ella: Uy, que fresa… igual, salud
Él: Ya sabes cuán mal me pongo con los alcoholes, salud.
Ella: Y?
Él: No me quejo, no hay borrachera que no disfrute
Ella: OK, olvida todo
Él: Lo suponía. Que todo marche poca madre. Salud y que disfrutes los tragos
Ella: No seas orgulloso, solo quiero brindar contigo… Que me acompañes un ratito
Él: No estoy de orgulloso y, si no hemos brindado, no ha sido por decisión mía.
Ella: Jajaja. Salud, un beso
Él: Pueden o no gustarme tus decisiones, pero he decidido respetarlas. Abrazo
Ella: Jajaja igual me gusta tu compañía, apruebes mis decisiones o no. Eso no es lo que busco…
Ella: Anda, no seas ingrato, está un ratito más conmigo
Él: Jaja… Recuerda que soy un tipazo
Ella: Como quieras…
Ella: Anda, ya, introduce algo linto. Sé que puedes, sé que quieres. Tantito, tantito.
Ella: Pienso que si hay resistencia… hay cosas…
Él: Lo sé… y tanto más
Ella: Let it flow. No entiendes que solo el ahora importa. El mar está hermoso
Él: No puedo… ya no. Pero el abrazo es sincero
Ella: Si ya no puedes decir nada lindo no hay nada más que hablar. Son solo palabras eso de que soy la mejor persona y demás, como lo suponía. Y no me vengas con abrazos sinceros, que ya no van. Qué falso!
Él: Ta. Si no van, no van. Cuídate
Ella. Chinga a tu madre, pinche falso, rencoroso y hablador. Guárdate tus buenas intenciones para otros que las merezcan.
Ella: Bien sabes cómo hacer que se vayan a la mierda las cosas que valen la pena.
Ella: Ya sé que es muy cómodo y fácil para ti que sean otros los que digan qué es lo que se va a hacer. Perdón por pensar que podrías ser una maravillosa compañía.
Ella: Por qué será que tienes atole en las venas?... Definitivamente hay mucho más allá de las pláticas pretenciosas. Y sin embargo te quiero… lástima por mí
Él: Lástima por ambos. Cuando quieras hablar podemos hacerlo
Ella: Tú no quieres hablar. Sólo quieres confrontar. Así no juego. Y si lo dudas, revisa los mensajes de este rato. Crees que podría tener ganas de estar con alguien que se expresa así? De qué vale toda la inteligencia si tienes el corazón de un pescado. Muerto.

Él decidió no responder sus mensajes, al igual que en Nuevos Aires, ¿qué sentido tiene seguir si no hay respeto? Ella llamó por teléfono y sostuvieron una conversación bastante álgida que le cortó el inicio de la borrachera a él, ella estaba muy ofendida, me parece sin razón, y él estaba furioso.

No entiende para qué hace esas cosas si insiste en mandarle decir que no le llame; no comprende qué busca, cuáles son sus motivos. Si hubiera iniciado esta conversación hace dos o tres meses, el tono de él habría podido ser distinto. Ella no dejó el corazón de él “de un pescado. Muerto”, pero sí suficientemente maltrecho y ajado y tiene el descaro de preguntarle porqué esta cerrado por derribo.

En fin, afortunadamente pudo retomar la borrachera para terminarla ya con luz de día.

El pinche Sísifo

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Esta semana, de verdad, quería llevármela leve en cuanto a alcoholes y, más o menos, lo logré. Lo logré no por dejar de beber a diario, sino porque mis noches de alcohol han sido (hasta excesivamente) moderadas. Bebí el martes con Sandro, el miércoles con Eleanor y ayer con Ita.

Hoy estuve en madriza en la oficina, el jefe no dejó de pedir cosas urgentes y, como se negó a ir a una reunión (es jefe y puede hacerlo), me aventó a mí al ruedo. Sin embargo, la primer parte del día rindió algo de frutos y, poco antes de la hora de la comida, le insinué que no quería volver en la tarde y, sin dudarlo, me dio la tarde libre.

Aproveché para llamarle a Eleanor e invitarla a comer. Fuimos a un italiano buenazo, sólo me eché una chela y ella se negó a beber (muy mal por ella). Tiene una cena al rato a la que no fui convocado, pero disfruto su compañía y me ofrecí a se su pinche (ayudante de cocina).

No soy muy bueno en ella, a diferencia del resto de las cosas (Ja!), pero me la paso bastante bien jugando con cuchillos y cortando verduras, frutas y, sobre todo, carnes. Preparé una botana que ella no tenía contemplada, armé cosas para la ensalada y me hice cargo de parte de la salsa para (y el) spaghetti.

Entre un pase de estufa al cuchillo, nos topamos de frente y noté una reacción poco clara para mí, me aventuré a preguntarle si la ponía nerviosa (para lo cual solté el cuchillo, no quería una respuesta inducida) y su respuesta fue afirmativa. No estoy dispuesto a moverme en función de sus reacciones, mucho menos a esperar a ver en qué momento decide algo conmigo, pero es divertido saber que una mujer se siente acorralada (no negativamente) por uno.

La noche se ha hecho y es momento de partir con Ben, a dejar esta mediocridad de alcoholes e ingerir como es debido. He dicho.

Nuevos Aires

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- ¡Imbécil! – le gritó ella.
- ¿Quién chingados te crees, perra, para llamarme así? – reviró él, exhalando el humo de la última fumada de su cigarro, que apagó justo después.
- ¡Eres un hijo de puta! ¡Pinche misógino de mierda! Me largo de aquí... – contestó sin voltearlo a ver, buscando las llaves de su auto.

Él no quiso decir más, había demasiada ira en ambas partes y nunca creyó en la violencia física, que sentía a punto de desbordarse de su rígido puño contra ella o la primer pared que tuviese enfrente.

En cuanto las encontró, salió a la calle, se subió al auto y tomó camino hacia el norte. Su teléfono comenzó a sonar y, cuando vio que la llamada entrante era de su ahora ex-pareja –recién lo decidió–, decidió apagarlo.

Él asumió que era momento de dejar ir a la última mujer con quien había estado, no tenía sentido retener a una mujer que le había llamado imbécil y con quien mutuamente se había perdido el respeto hacía ya unos meses.

Caminó hacia el bar de la esquina, en el que lo conocían de vista, mas no de nombre; en el que sabían qué cerveza tomaba pero no qué combinación de ron prefería; en el que era poco más que un comensal ocasional pero nunca un cliente frecuente.

Le invadió un sentimiento de soledad. Había abandonado a sus amigos por una mujer, porque a ella y a su hermana –quien pasaba tres o cuatro tardes a la semana metida en su departamento, a pesar de tener el propio– les parecían mala influencia. "Son tan mamones esos amigos", era lo más ligero que les había oído decir respecto a ellos.

¡Pinche cuñada! – pensó en cuanto le dio el primer trago a una tibia cerveza, reclinado sobre la barra – Pinche vieja, tan fea la perra que ni se antoja para sacarla a pasear–.

Volvió a llamarle, esperando que le contestara y le pudiese pedir que se vieran, fuera del departamento, para hablar un poco y que la separación fuese un poco más madura o, quizá, menos infestada por el desprecio que sentía cómo ahora arruinaba seis años de vivir juntos. El móvil seguía apagado.

Después de cuatro cervezas, como tenía horas sin comer, se sintió un poco mareado. No podía perder ese espacio que quería hacer suyo. Sería el primer espacio para él, después de tanto tiempo, sólo de él y no de ellos, así que prefirió pagar la cuenta y dejar una generosa propina a la cantinera.

Salió a la calle, que estaba vacía, no había más ruido que el que se escuchaba de los pocos autos que circulaban por una avenida, tres cuadras hacia el oeste. Logró orientarse y tomó camino a su casa.

En la esquina, justo antes de llegar, escuchó que, de una caja de cartón, salían pequeños llantos. Al acercarse se dio cuenta que el "llanto" eran los pequeños maullidos de un gatito, emitidos al tiempo que lamía el cuerpo inerte de otro que parecía haber nacido en la misma camada.

Olvidando tristezas y soledades, nostalgias y lamentos, tomó al gato en sus manos, lo envolvió en su saco, que ella le había regalado y lo llevó a casa. La noche pasó sin contratiempos mayores, le dio un poco de atún y agua.

El nuevo inquilino durmió plácidamente la noche y él perdió el conocimiento mientras veía cómo respiraba plácidamente, inhalando y expirando suavemente, su nuevo compañero. Tan pronto como despertaron fueron al veterinario. Éste le dijo que no había de qué preocuparse, que le daría el medicamento necesario y lo felicitó por el maravilloso gesto de generosidad que había mostrado.

Regresaron a casa y prendió la computadora. Aún tenía las direcciones electrónicas de sus amigos y los invitó para unos tragos esa noche en casa. No sabía si llegarían, pero le pareció que lo harían.

Tomó el teléfono nuevamente, esta vez para llamar a la hasta el día anterior cuñada . "Ni se te ocurra, no quiere hablar contigo", fue lo primero que escuchó. La interrumpió, "no, no quiero hablar con tu hermana, hablo para decirte algo a ti", sólo le había llamado para decirle que él saldría el domingo temprano, que había un gato en casa y que, a la hora que quisieran ella y su hermana, podían pasar por las cosas de ésta… "y por favor, dile que deje las llaves sobre la mesa de la sala".

Refrendando el alivio

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Un par de chelas con Sandro en martes caen bien, no alcancé a beber lo suficiente (si acaso 4 tragos y un par de chelas), pero le hice un breve resumen de lo que pasó en mis días en estas semanas desde que nos vimos por última vez.

Él me contó de una chica con quien lleva meses saliendo, pero nomás no hay nada claro... vaya, ni siquiera sabe si la infanta es virgen.

Yo le conté de Eleanor, la poeta y otras anécdotas y de mis borracheras, a las que nunca deja de ser bienvenido.

Mi ex, con quien vive, me mandó un souvenir alimenticio de algún viaje que hizo por trabajo recientemente. Se lo agradezco, pero me pregunto cuál es su verdadera pretensión de enviarme algo. ¿Qué le sucede? ¿Acaso me extrañará? No lo sé y, francamente, tengo pocas ganas de averiguar.

El Alivio de Luto llegó hace semanas y espero ella esté bien, pero no pretendo ni quiero vovler a estar con ella. Ya ni siquiera estoy dispuesto a estar presente cuando ella caiga en cuenta, si es que su inmenso orgullo se lo permite, de lo errores que ha cometido.

Cine: Hostel

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Hostal (Hostel, 2005) es el tercer largometraje de Eli Roth. The Rotten Fruit (2003), el segundo, no lo he visto, a diferencia de Cabin Fever (2002), que es una buena historia de una infección que contraen un grupo de cinco adolescentes en la trillada cabaña de campo que renta (claras referencias a Evil Dead I y II, de Sam Raimi) un grupo de adolescentes, que se contagia por la sangre y los lleva a que comiencen a morirse poco a poco, en tanto se desangran y pierden cachos de piel con el solo tacto.

Cabaña Sangrienta, como la nombraron en este país, tenía una buena concepción, pero estuvo mal lograda.

Hostel, que recién vi, fue mucho más decepcionante. Sí, tiene una muy buena escena con buena cantidad de lindas tetas, que siempre se agradecen en toda (y particularmente) en estas películas, pero la producción ejecutiva de Quentin Tarantino denota que éste ha perdido el tacto y se ha aligerado cada vez más hacia lo comercial.

La peli, sobre tres imbéciles desosos de fornicar en un viaje de "back packers" por Europa, cuyo único deseo es meterse tantas drogas y fornicar con cuantas mujeres puedan en el viejo continente, por lo que llegan a un hostal a las afueras de Bratislavia, del cual los extranjeros son desaparecidos para ser torturados por "cazadores de humanos" hasta que los matan.

El filme no asusta, no genera un solo instante de repulsión, a pesar de los decentes efectos especiales para mostrar un poco de vísceras, dedos cortados y un ojo fuera de su órbita. Ni siquiera tiene buen sentido del humor. Es mala.

Quizá, sólo quizá, la edición en DVD resulte suficientemente gore y evite a los censores gringos a los que la moderación de fuerza logró convencer para alcanzar ser proyectada en el circuito comercial.

Aplanamiento afectivo

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No estoy seguro de que éste sea el término correcto, pero alguien describió un estado de ánimo similar al que tengo ahora de esta forma (al menos así lo recuerdo).

Mi impresión, o el recuerdo que creé en torno a la terminología psicológica, es que el aplanamiento afectivo es un estado de llanura emocional. No importa cuán bien, o mal, la esté uno pasando, se encuentra inamovible.

Puede uno recibir todos los estímulos negativos o positivos posibles y no hay manera de mejorar ni empeorar el estado de las cosas, al menos no la percepción que uno tiene de ellas.

El fin de semana mejoró ostensiblemente después de la trágica noche del viernes. El sábado salí con Ben de nueva cuenta y nos topamos a cuatro mujeres (tres de las cuales y yo compartimos vínculos sanguíneos), con quienes estuvimos echando algo de baile, cosa rarísima en mí, para después seguir en esa tónica en el after hours hasta las 7:00 A.M, más o menos.

Por supuesto, la dosis de alcohol fue elevada, pero lo importante de la noche es que ayudó, al menos durante esas horas, a olvidar la leve depresión que sufríamos mi hermano y yo. Incluso resultó interesante sentir cierta (Ja! cómo no!) tensión sexual entre una de ellas y yo, mientras Ben coqueteaba con otra (quien está casada), bastante guapa, por cierto.

El domingo desperté para ir a la cancha, sólo tres horas después de haber cerrado los ojos. Las chelas fluyeron lentamente, pero su efecto fue casi inmediato. Me llamó Eleanor en algún momento y me fui con ella a "ver" el resto del juego, que estaba tan interesante que fue hasta hoy en la mañana cuando, en el diario, me enteré de que habían expulsado a uno de los de mi equipo que, como se está haciendo costumbre, volvió a perder, dando uno de los peores juegos del año.

Después unas chelas más con Eleanor, en su casa. Charla que ayudó a aclararle que no estoy dispuesto a pendejadas de su parte, con sutiles advertencias en torno a mi negativa a esperar el momento en que decida (o no) pasársela bien. Tampoco me resultó difícil el tema.

Este día ha sido infernalmente aburrido. No hay nada que hacer, nadie con quien quiera estar, nada que me haga sentir mejor. Estoy, poco a poco, separándome de mí para dejar de ser.

Aunque no haya asesinado a árabe alguno, estoy volviendo a ser Mersault.

¿El fin de la utopía?

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La primera mujer de la que me enamoré, a mis 15 años, era una poeta. Cuando terminamos (ella lo hizo conmigo), se despidió con una carta de tan pocas líneas que me parece, aún en estos días, inverosímil que a su corta edad haya logrado describir lo que, aún en estos días, el fin de las utopías genuinamente significan.


Tantos sueños compartidos
germinados entre tanta mierda,
bien creados, mal nacidos,
¡pinches sueños sin cosecha!

Tanto ha generado la pobreza, que la
divinidad de la revolución son puros ideales,
tanto el hambre, que al hombre
resta soñar las migajas de la mesa
la poeta, CMS



Lo demás, perdón por la tristeza, es silencio...

Réquiem por Lucho

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La muerte es un tema que a los humanos nos pesa sobremanera. Ya sea que muera un hermano, hijo, un amigo o un padre, nos entristece en distintos niveles. Hoy Ben está hecho mierda porque Lucho, su perro, murió esta nohce.

La muerte de una mascota, al menos en mi caso, es de las peores (si no es que la peor) por las que he tenido que pasar. Tuve una perra durante 17 años, murió en 1997, tras severos problemas con la cadera que le impedían caminar cómodamente.

Aquel día la llevé al veterinario, el doctor me dijo que podía mantenerla viva y medio estable durante unos tres meses, pero que ella iba a seguir con dolores y habría de llevarla cada semana a tratamiento para que pudiera pasarla mínimamente bien.

No me planteó la posibilidad, pero soy un convencido de la eutanasia. Tomé una de las decisiones más duras de mi vida, le exigí al médico que la "durmiera", porque no podía verla sufrir a cada rato, temblando porque su cuerpo no le respondía más.

El asistente del doctor no estaba ese día y tuve que fungir como tal. Tuve que detenerla y abrazarla mientras él le aplicaba la inyección y ella, poco a poco, se dormía hasta que dejó de respirar y, al final, con un espasmo, me hizo saber que había muerto.

No pude hacer otra cosa que dejarla en la mesa, salir de ahí y sentarme en la banqueta a llorar inconsolablemente, para después decirle "hazte cargo del cuerpo, llévala a incinerar... no quiero guardar sus restos". Ben, mi querido Ben, está inconsolable por la muerte de Lucho. Lo entiendo perfectamente.

Lucho, además, tiene un agradecimiento especial de Ben. Su madre, quien durante algún tiempo estuvo muy enferma, libró una depresión brutal gracias a Lucho. No debería ser sorpresa que Ben le agradezca a su querido perro que su madre siga viva, yo también lo haría.

La noche de San Patricio no resultó lo que esperaba, la depresión de un amigo no me permite pensar en mí (y mi borrachera) y dejarlo a su suerte. Espero se reponga pronto. Un abrazo para ambos, para Ben y para Lucho.

En camino a Killatrick

2

Terminó una semana laboral más y, aunque no ingerí tanto alcohol como la pasada, sí tuve ya un par de noches de juerga. El martes, en una extraña depresión combinada con la realización de mi parte irascible, estaba escribiéndome con Ben, quien andaba en el mismo mood que yo, en Gmail chats cuando le hice la temible (aunque siempre esperada) pregunta... "¿Estás para un par de chelas?".

Me costó un poco de trabajo convencerlo (tuve que insistir un par de veces) pero accedió. Nos lanzamos a la Condesa y el alcohol fluía generosamente. Nos topamos a una amiga, luego a la Boa y, finalmente, a otra mujer. No pasó nada particularmente memorable, en especial porque hay algunos detalles que no recuerdo.

Ayer, jueves, salí de la oficina para ir a casa de Ita, donde estaban ella y Borja, ambos compañeros de la oficina. Ellos habían comido juntos y, cuando llegué, estaban ya entrados en alcoholes, así que corrí al congelador por la media botella de vodka que dejé la semana pasada ahí. Poco a poco sentí que empezaba a alcanzar su nivel.

Armamos un juego de mesa con la hija de Ita y una amiga de ésta, quien finalmente lo ganó. La botella se terminó y tuve que servirme un par de rones, para después llevar a Borja a su casa y llegar a la mía. Hoy no logré despertar a tiempo, pero no importó.

Mi estúpida computadora se descompuso. No encendió desde la mañana y estuve incomunicado todo el día. Lo detesté.

Ha llegado la tarde y cada vez falta menos para la siempre esperada noche de viernes. Ya hay plan con Ben. Chelas, por supuesto, pero el pretexto de este día (como si lo necesitáramos) es que es día de San Patricio.

Desconozco los motivos que lo hicieron santo, pero el nacido en Killatrick, Irlanda, tuvo el gran acierto de enseñar a sus compatriotas el proceso de destilación. A estas horas, seguramente, tantos irlandeses como hay están borrachos.

Espero convertirme, al menos por esta noche, en uno de ellos, bebiendo tanto como pueda, a la memoria no del santo este, sino a la del destilador.

Frente al espejo

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Para BS, por la idea

Alcanzaba a oir sus dulces gemidos cada vez que la penetraba sobre esa cama de hotel. Después de dos espléndidos orgasmos míos y quién sabe cuántos (si es que alguno) suyos, entré por tercera vez, erguido como adolescente a mis 34 años.

Estaba ella montándome, arqueaba la espalda y sus pezones se iluminaban intermitentemente en el cada vez más intenso vaivén, en todo su ritmo rioplatense. Tuve que detenerla, no podía más y estaba a punto de dormirme. Preferí serle franco y dejar para otro momento la conclusión, en vez de quedar inconsciente entre sus piernas. En cuanto se levantó de mí y se recostó sobre mi hombro, alcancé a abrazarla y me dormí.

Empezó a clarear, o al menos empecé a notarlo, y ella, en su blanco esplendor, se levantó de la cama. Caminó hacia el baño y disfruté viéndole esas hermosas nalgas que la siguen a donde va. Cerré los ojos otra vez y dormité hasta que me despertó con alguna caricia en la espalda.

Ella me dijo que tenía que irse, yo le dije que me dejara bañarme para llevarla a su casa. Recibí algún ligero reclamo de su parte por no habernos duchado juntos, pero le besé los labios y quedó contentamente callada.

Arrastrando los pies, llegué al baño. Levanté la tapa para orinar y, en el espejo (el único motivo por el que puedo entender un espejo detrás del retrete es para poner una cámara), me vi en buena forma, no porque realmente la tuviera, sino porque ella, esta belleza de mujer (que seguía viéndose tan deseable a la luz del día), pasó la noche conmigo. Relajé el esfínter y sentí cómo la orina salía, para que poco tiempo después una cálida sensación me recorriera hasta los huevos.

Absolutamente impresionado noté que, después de que ella se quitó de encima, no me quité el condón y aún lo traía puesto. Traté de quitármelo cuidadosamente, pero seguía meando y el látex hinchado era imposible de controlar elegantemente.

Hice tan poco desmadre como me fue posible, me sentía humillado. Me metí a bañar, tallándome con esmero para remover la orina de mis piernas y manos mientras, a la vez, sacaba agua de la regadera para quitar las manchas amarillas que dejé en el retrete.

Finalmente me vestí frente a ella, que seguía ahí, hermosa y generosa. Nos téníamos que ir... ella tenía que irse, yo tenía que estar, como siempre, en ninguna parte.

Lamenté no haberme bañado con ella, pero valoré tanto mi huevonería de no hacerlo cuando ella entró a la ducha, porque sé que mi escena frente a ese espejo habría sucedido exactamente igual, sólo que con un testigo adicional a la cámara.

Espero que nadie que me conozca disfrute comprando películas voyeur de hoteles y me vea entre "lo más divertido del corredor de Insurgentes".

Para Strozzi

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Esta es otra prueba más de que dios no existe y que, si existe, nos odia.

Lamento que las cosas no hayan salido como las esperábamos, hermano. El talento, sábelo, no está desperdiciado en ti, sólo no ha sido valorado por aquellos que tienen, incomprensiblemente, la facultad de hacerlo.

Levanto mi vaso a tu salud y buena fortuna, que habrá de llegar.

Salud, querido Strozzi.

Cine: Crash

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La primera vez que leí en el diario, hace como un año, que iban a estrenar Crash, pensé que se referían a otra película (Crash, David Cronenberg, 1996) que me parece un muy interesante experimento de plasmar las perversiones humanas en torno a choques de autos.

Crash (Paul Haggis, 2004), ganadora de tres premios Oscar (a las mejores edición, guión y película) es, simplemente, una porquería.

Me limitaré a decir que es aburrida, mal actuada, con un guión terriblemente cursi. Una "denuncia" a la discriminación en Estados Unidos (¡qué novedad!). Carece de sentido, idea, profundidad, intensidad...

Después de que Lord of the Rings (Peter Jackson, 2001 - 2003) barrió en la ceremonia de entrega de esos premios en 2004, uno habría podido suponer que la Academia reconsideraría su postura pro cursilería. Pues no, regresaron a Titanic (James Cameron, 1997), a premiar la suavidad de contenido en el cine.

Mal, muy mal. Otra decepción en el cine.

El décimo día

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Voy llegando a casa después del tercer tiempo de un juego en el que, sorpresivamente, ganó el equipo, ergo, hay motivos para festejar y lo he hecho, nomás como 10 - 12 chelas este día.

Con estas creo que puedo dar por terminada este fin de semana de 10 días, en la que, mirando en retrospectiva objetivamente, logré beber por la tercera parte del mundial... es como haber pasado la primer prueba de calificación para el mundial! jajaja.

El viernes fui por Eleanor a su casa y nos lanzamos a la Condesa, donde pronto cayeron Lette, Ben y el Sinamigos. Ahí comenzamos cheleando y terminamos en bebiendo ron (Ben y yo), para partir después al after hours, donde las cervezas regresaron una tras otra.

Lette y Ben se fueron por su lado, el Sinamigos había partido ya y tomamos camino Eleanor y yo para su casa, con una escala por 18 cervezas que llevamos a su casa. Las ingerimos una a una hasta que, cerca del mediodía, se acabaron y tuvimos que ir por 12 más. Me la paso maravillosamente con Eleanor, hasta temo que podría ser una chava con la cual tendría una relación a mediano plazo... igual, es demasiado pronto para saberlo, por lo pronto hay que disfrutarla.

Cerca de las 17:00 hrs. sentí que la noche (del viernes) había dado de sí y que era momento de volver a casa. Me dormí tras "desayunar" un poco de pizza, acompañada de un par de Coca Colas y un Gatorade.

Me dormí y, cuando desperté cerca de las 23:00, me enteré que Eleanor saldría hoy de la ciudad... habría querido verla de nuevo hoy. No sé cuánto tiempo estará afuera, pero cuando vuelva quiero estar con ella.

Me fui a la cancha y, como dije al principio, el equipo ganó. Estoy aún afectado por el alcohol, pero qué gran fin de semana he tenido! Qué ganas de volver a pasar por otro igual!

8 días a la semana

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Se viene otro fin de semana. Esta semana termina, aparentemente, tan bien como empezó.El miércoles me fui al estadio, del resultado ni hablar, y lo mejor vino en el tercer tiempo, con suficiente dosis de cebada. Tengo decidido que lo que resta del torneo no me importará si juegan piedras como lo han estado haciendo. La cancha, simplemente, se ha convertido en un bar más, en el que es perfectamente aceptable beber al mediodía, o a las 8 de la noche entre semana.

Ayer sólo me tomé un par de chelas, tenía pensado dormirme temprano para llegar más o menos entero a la noche de hoy, pero cuando llegué a casa me llamó Eleanor, para decirme que si la acompañaba a cenar y accedí. La cena transcurrió sin incidentes y no teníamos muchas ganas de ir a beber, así que sugerí una película en casa.

Le gustó la idea y partimos, le puse una maravillosa comedia de zombies (Shaun of the Dead, de Edgar Wright, 2004), que alguna vez me recomendó Strozzi.
Logramos ver una buena parte de la película, pero las interrupciones estuvieron a la orden del día, siempre apreciables cuando se está con una mujer que a uno le prende.

Después de llevarla a su departamento -donde vive con Demian, un gatito como de 4 meses, negro y re juguetón-, llegué a casa cansadísimo. Eran cerca de las 2:30 y cumplí ya cinco días desvelándome.

"Empieza" hoy el fin de semana y, como todo viernes, habré de salir a beber. Quizá nos acompañen (a Ben y a mí) el sinamigos y Eleanor además de Lette, pues es su último fin de semana en México. Espero que sea hasta el domingo cuando decida terminar mi semana de 8 días. Esa que empezó el domingo anterior con Ben y ha resultado ser una oda al alcoholismo y el buen humor, de esas rachas que uno sabe que habrán de terminar, pero ¿por qué no aprovecharla y disfrutarla cada vez que la piedra parece que empieza a rodar tranquilamente cuando uno la empuja?

8 de marzo

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Este día, en que aflora el espíritu feminista de una buena parte de la población (hombres y mujeres por igual) quiero citar, una vez más, a Joaquín Sabina. En esta ocasión con líneas de Y si amanece por fin.

La buena reputación es conveniente dejarla
caer a los pies de la cama.
Hoy tienes una ocasión de demostrar
que eres una mujer, además de una dama.

Hecho un monstruo

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Sí, es noche de martes (más bien mañana de miércoles) y he bebido una vez más.

Me topé a Strozzi hace unas horas y me dijo que tras leer este blog la daba la impresión de que crea la impresión que nomás me dedico a beber. Mi hermano tiene algo de razón.

Ita, una compañera de la oficina, invitó a cenar (beber) a su casa. Me aventé media botella de vodka en martes, tercer día consecutivo. Y no pienso detenerme, mañana hay juego nocturno, lo que brinda la posibilidad de chelas en el estadio, con opción al tercer tiempo.

Habré de ver si hay garantías para ello.

Por lo pronto, estoy hecho un monstruo.

Eleanor Rigby

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Eleanor Rigby es una mujer que siempre me ha atraído. Éramos muy cercanos en la preparatoria pero nunca establecimos relación física alguna, aunque el vínculo sentimental era fuerte.

En algún tiempo decidí animarme e intentar escalar nuestra relación, pero ella se negó. Algunos meses después comencé una relación con una mujer, la poeta, y Eleanor se dio cuenta de que había tomado una mala decisión al no aceptar mis propuestas (claro, cuando se dio cuenta de que yo iba muy en serio con esta otra chica).

Nos seguíamos viendo de vez en vez, aunque con menor frecuencia, después de esto. Ella se consiguió un galán excesivamente celoso y que me odiaba (por supuesto, yo representaba la tal amenaza). La alejó de mí y, para cuando entramos a la universidad, habíamos perdido contacto casi por completo.

Nos llegamos a topar un par de veces por casualidad en estos casi diez años.

Hace algunas semanas (el día antes de su cumpleaños, todavía recordaba la fecha) la vi pasar y fui a alcanzarla. Le hablé y volteó para abrazarme efusivamente. Intercambiamos teléfonos y dijimos que nos veríamos pronto.

Habíamos ya pactado alguna cita pero la cancelamos por algún motivo. Finalmente quedamos para anoche en un café. Llegué puntual y ella ya estaba ahí, sentada y viéndose guapa, aunque un poco más delgada de lo que la recordaba. Me senté, nos saludamos y comenzamos con las típicas preguntas -¿Cómo estás?- que derivaron en respuestas poco típicas -Ahí la llevo, ya me conoces, el mal de amores-.

Me reí y le dije que si tan pronto íbamos a empezar con esos temas, lo ideal sería dejar el café antes de que yo pidiera algo y fuéramos por chelas. Sí prefería chelas a café, pero pretendía hacer una broma y ella, ¿cómo no agradecerle esto?, pidió la cuenta sin dudarlo.

Bebimos bastante y hablamos de lo que había sido de nuestras vidas en estos años, discutimos de política, economía y cine. Comenzamos a coquetearnos y fuimos a su casa. Me advirtió que nada pasaría. Igual subí, mi sed y las cervezas en su refrigerador sonaron a una combinación espléndida.

Su advertencia se cumplió sólo a medias. Y temo que despertamos, el uno en el otro, fantasmas del pasado que no estoy seguro de poder (o querer) controlar.

Dietas

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Son ya varios los días en los que estoy a dieta, una con la que me siento maravillosamente bien, pero agotado. Héla aquí.

Comida: Ingiera alimentos abundantes, no importa cuáles
Cena: Dosis generosa de cervezas, se recomienda sean no menos de 8.
Desayuno: Tanto Gatorade como le sea posible. Sólo así podrá, mínimamente, sobrevivir en su oficina.

No recomiendo su práctica por más de tres días seguidos, o por más de cuatro días a la semana (tampoco se trata de abusar).

Sí, sí, sí... es martes apenas y estoy en mi segundo intento de reposición en la oficina tras una desvelada de alcoholes. La de anoche estuvo riquísima, sólo fueron cervezas. Temo que siga en pie la invitación para hoy. Me preocupa mi desempeño hacia el día de mañana, incluso creo que podría, un día de estos, no despertar en tiempo para llegar a la oficina.

Correré el riesgo

Los demonios andan sueltos (y no en el edén)

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Tras un merecido descanso en la noche del sábado, salí ayer a desayunar, luego a cortarme el pelo -no lo necesitaba con urgencia, pero sabía que si no lo hacía ayer, mi desidia me impediría ir por, al menos, tres semanas- y de ahí a casa de la Abuela a comer alcachofas rellenas.

La tarde iba tranquila en familia. En nada pensaba y el correr de los minutos era sólo la víspera de ir a dormir largo y tendido.

Mi teléfono sonó, entró un mensaje de Ben que decía "Stàs pa un par d chelas?". Querido lector, ¿qué debe hacer uno ante tal oferta en una tarde calurosa? Le llamé, por supuesto, y quedó de pasar por mí.

Cuando uno sale a beber con Ben, sabe (en verdad lo sabe) que "un par de chelas" es todo un eufemismo para no decir "vamos a beber tanto alcohol como podamos"... esto, por supuesto, sucedió.

No fueron dos, sino tres chelas, pero inmediatamente después vinieron los rones. Los suyos con Coca-Cola, los míos con limón y agua. El desfile de vasos estuvo acompañado de una gran plática en torno a las mujeres que nos han tenido.

Manejé su auto hasta mi casa cuando sentimos que habíamos ya bebido suficiente (considerando que era una noche de domingo), que no fue poco, por lo que esta mañana me siento aturdido en la oficina.

Espero que la semana no comience demasiado abusiva en mi contra y me permita disfrutar la compañía de mis demonios en su próxima (y espero sea pronta) aparición.

Aromas...

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Si bien nunca tuve un gran sentido del olfato, años de fumar han logrado empeorarlo al punto en que percibo olores pero mi capacidad de identificación es bastante limitada. Esto no me molesta y, de pronto, me genera sorpresas como la que acabo de percibir.

Acabo de bañarme y percibí un extraño olor. Dudé por momentos y logré definirlo. Estaba impregnado del aroma de una mujer. No era particularmente "rico", pero sí sorprendentemente agradable la sensación de redescubrir ese aroma al día siguiente de haber convivido con ella.


Pequeños detalles que uno va dejando de percibir en las relaciones largas pero que se aprecian muchísimo cuando regresan.

Un sábado en casa

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No, no he decidido dejar de beber esta noche. Mi cuerpo me ha demandado estar en casa a esta hora. No puedo más.

La noche de ayer fue más larga de lo que esperaba que fuese. La reunión del sinamigos fue, en su mejor momento, de 7 personas. Un montón de chelas (y cuando se acabaron fuimos por más) fueron ingeridas y decenas de tabacos fumados.

No hubo pláticas particularmente interesantes, aunque algunas fueron bastante divertidas. No había motivos suficientes (aparentemente) para seguir ahí. ¿Por qué me quedé? No sé, pero redituó.

Él vive con su chica, una mujer con un cuerpo re atractivo... Ella invitó a su prima, quien a mi llegada estaba como "6-8 chelas", pero conforme fui bebiendo ella fue mejorando. En algún momento me animé a besarla y me besó de vuelta. Nos besuqueamos profusamente y me detuvo cuando traté de llevar las cosas más lejos, pero no se ofendió y seguimos con los escarceos superficiales más allá de la salida del sol.

Durante el desayuno intercambiamos teléfonos y no pasó más. La llevé a su casa y llegué a la mía cerca de las 10:00 AM y sólo apuré a dormir. No pude hacerlo por mucho tiempo y, cuando desperté, hablé con Sandro y me dijo que no iría conmigo al cine. Como ya tenía los boletos y nadie más con quién ir, decidí llamarla.

Me contestó dormida, pero aparentó darle gusto que le hablara, pues aceptó la invitación. Fuimos al cine (Cine: Saló), después por un café (ella tomó alguna infusión) y la llevé a su casa por segunda vez en el día.

Mi agotamiento me impidió volver a salir, pero la noche en vela valió la pena.

No hay mucho que contar de la "cita" en sí, pero fue agradable salir con una mujer que, sin más motivo que alguna atracción, me toma del brazo o de la mano, me acaricia y me besa... extrañaba esta sensación.

Cine: Saló

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La Real Academia Española considera, entre otras, la siguiente definición... sórdido: impuro, indecente o escandaloso.

La última película de Pier Paolo Pasolini (1922-1975) fue Saló o las 120 Jornadas de Sodoma (Salò o le 120 gironate di Sodoma, 1975) y creo que si existe una película que se adapta puramente a la definición de arriba es esta.

Prohibida durante años en montón de países, es una gran adaptación del libro del Marqués de Sade. Ambientada en la Italia fascista, cuatro hombres "se hacen" de los servicios de dieciocho jóvenes (nueve hombres y nueve mujeres) para encerrarlos en una casa y probar tanto como se les ocurre para sodomizarlos.

Desde la captura de los chicos (la antesala del infierno) es una película dura, con tres "capítulos" más: el círculo de la pasión, el círculo de la mierda y el círculo de la sangre.

Con imágenes fortísimas y, por momentos, buen sentido del humor, Pasolini filmó un mundo repugnante, socialmente inaceptable, violento física y psicológicamente.

Es una película que demanda del espectador, pero creo que es indispensable para todo aquel que presuma de ser cinéfilo, aunque conseguirla es prácticamente imposible.

Pobre MH

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Mi querido hermano Marco Hache está enfermo. No puede beber, el pobre, así que no saldrá de casa para este fin de semana de merecido alcohol. Sísifo habrá de beber sin el sarcasmo y la ironía de su hermano. No será lo mismo, bro.

Creo que empezaré por la Condesa, pues el sinamigos cumplió 29 esta semana e invita a su casa a chelear. Hablé con Sandro y dijo que quizá se apunte, ya veremos.

Por ahora es momento de huir de la oficina. Es viernes y el fin de semana ha quedado inaugurado. ¡A disfrutarlo!

Hablé con la ex

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Es difícil hablar de las ex... En ocasiones, como hoy, es más difícil hablar con ellas. He escrito poco sobre la mía y siento que la había marginado desde noviembre de este espacio porque sentía que tenía que rehacer mi vida y reencontrar mis propios espacios sin su presencia.

Fortuitamente, buscando a Sandro (quien vive con ella) me contestó ella (sí, dejémosla como la sin nombre, al menos por ahora) el teléfono. No voy a escribir sobre los motivos de nuestra separación ni de la situación actual de nuestra nula relación (sólo que, en lo que va del año, hemos hablado unas 3 ó 4 veces y sólo nos hemos visto una).

Lo que quiero contar es que pensé que me sería mucho más difícil hablar con ella y que, si llegaba a darse esta casualidad de hacerlo, me lastimaría oírla cortante. Sí, estaba cortante y muy poco cordial (y pasamos casi tres años juntos...), pero me siento sorprendentemente sereno. No estoy viendo mi escritorio buscando el objeto menos filoso para hacer que el proceso de cortarme las venas sea aún más lento y doloroso de lo que sería con una simple hoja de afeitar... ni siquiera pienso en desarmar mi navaja para hacerlo.

Cada vez te extraño menos, cada vez me dueles menos -a pesar de las elevadas dosis de tango que estoy escuchando estos días-.

Aún no llego a ser como un explorador, pero sí me pongo cada vez menos triste y sólo lo hago "cuando alguno, en el momento más inoportuno, me pregunta por ti" (Sabina dixit).

Sueños de director

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Una de esas cosas que tendría que hacer antes de morir, aunque es de las menos realistas en las que he pensado, sería una película. Lette me regaló unos CD's que me trajo de su tierra y ahora que escucho uno de ellos, me doy cuenta de que en mi película la musicalización tendría que estar a cargo quizá ya no de Nyman (sería muy complicado hacerlo participar en mi primer largometraje), sino de la Orquesta Típica Fernández Fierro, aunque en la peli no necesariamente tenga que meter tangos. ¡Son buenazos!