Piratería

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La piratería se ha convertido en una actividad generadora de empleo y riqueza. Sí, lamentablemente es hoy una de las actividades informales que más emplean gente en países de América Latina, particularmente en México.

La hay de todo lo que a uno se le pueda ocurrir: películas, software, herramientas, ropa, discos, medicinas, cigarros.

En general, tengo problemas con las copias ilegales desde el punto de vista del consumidor -son de menor calidad-, del ciudadano -generan corrupción- y del economista -se pierden empleos formales y no pagan impuestos, además de todo lo ilegal que hay en ello-.

No consumo ropa, cigarros, medicinas, discos ni películas pirata. Los dos últimos porque encuentro muy respetable la labor de los creadores y sí creo que un artista, como lo son muchos autores e intérpretes, se gana la vida vendiendo su trabajo, i.e. una peli.

Hoy vi una película que está aún en cartelera en la ridícula cantidad de $5... algo así como 50 centavos de dólar.

Sin embargo, confiezo que compro software pirata. Sí, lo evito en la medida de lo posible, busco freeware o shareware (me esfuerzo por usar OpenOffice, pero no existen opciones plenas para mí).

Si el software fuese menos caro, el programa con el que trabajo constantemente cuesta, más o menos, unos 5,000 dólares, lo compraría, pero no puedo pagar tanto por un programa!

Dichos con(ex)temporáneos

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Hay cosas escritas en este espacio de las que puedo no sentirme orgulloso, pero todas las líneas aquí vertidas han dado pie sólo a reflexiones pasadas, que muestran -en la gran mayoría de los casos-, lo que pensaba en ese momento.

Mucho de lo que puedes encontrar será anacrónica, quizá anticlimático. Lo qu puedo decir, con toda certeza en este momento, es que dejé este espacio vivo por lo que fui, porque lo que soy no refleja más allá de mi pasado, aquel que trataba deobrevivir.

Lo que venga en este espacio habrá de ser, sin olvidar que el problema del futuro es que no deja de convertirse en presente...

La Puta de Babilonia

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LA PUTA, LA GRAN PUTA, la grandísima puta, la santurrona, la simoníaca, la inquisidora, la torturadora, la falsificadora, la asesina, la fea, la loca, la mala; la del Santo Oficio, y el Índice de Libros Prohibidos; la de las Cruzadas y la noche de San Bartolomé; la que saqqueó a Constantinopla y bañó de sangre a Jerusalén; la que exterminó a os albigenes y a los veinte mil habitantes de Beziers; la que arrasó con las culturas indígenas de América; la que quemó a Segarelli en Parma, a Juan Hus en Constanza y a Giordano Bruno en Roma; la detractora de la ciencia, la enemiga de la verdad, la adulteradora de la Historia; la perseguidora de judíos, la encendedora de hogueras, la quemadora de herejes y brujas; la estafadora de viudas, la cazadora de herencias, la vendedora de indulgencias; la que inventó a Cristoloco el rabioso y a Pedropiedra el estulto; la que promete el reino soso de los cielos y amenaza con el fuego eterno del infierno; la que amordaza la palara y aherroja la libertad del alma; la que reprime a las demás religiones donde manda y exige libertad de culto donde no manda; la que nunca ha querido a los animales ni les ha tenido compasión; la oscurantista, la impostora, la embaucadora, la difamadora, la calumniadora, la reprimida, la represora, la mirona, la fisgona, la contumaz, la relapsa, la corrupta, la hipócrita, la parásita, la zángana; la antisemita, la esclavista, la homofóbica, la misógina; la carnívora, la carnicera, la limosnera, la tartufa, la mentirosa, la insidiosa, la traidora, la despojadora, la ladrona, la manipuladora, la depredadora, la opresora; la pérfida, la falaz, la rapaz, la felona; la cretina, la estulta, la imbécil, la estúpida; la travestida, la mamarracha, la maricona; la autocrática, la despótica, la tiránica; la católica, la apostólica, la romana; la jesuítica, la dominica, la del Opus Dei; la concubina de Constantino, de Justiniano, de Carlomagno; la solapadora de Mussolini y de Hitler; la ramera de las rameras, la meretriz de las meretrices, la puta de Babilonia, la impune bimilenaria tiene cuentas pendientes conmigo desde mi infancia y aquí se las voy a cobrar.

El Juego

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Cada que alguien inicia una especie de cadena en la que tienes que hacer algo y exigirle al siguiente que lo haga, me parece que es una pérdida brutal de tiempo. Sí, lo siento.

La más reciente consiste en escribir 8 cosas que no quieres que se sepan de ti y hagas un post en tu blog al respecto. Lanzo, así, modestamente, la pregunta ¿por qué habría de publicar algo que no quiero que se sepa?

Este espacio surgió para darme cabida, no estaba pensado para difundirlo entre la gente, pero alguna noche de tragos se me fue el hocico de más y solté que tenía un blog. Al día siguiente algunos de mis amigos se hicieron el propio o descubrieron su sitio para dejar algún comentario... Eso es lo único que escribiré que no quería que se supiera.

Señales...

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Las iglesias están tan terriblemente desesperadas por su descrédito que algunas han llegado a emplear "estrategias" mercadológicas como esta.

Inteligencia Artificial

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La inteligencia artificial jamás podrá mejorar la estupidez natural.

Sadismo clínico

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Lo que escribí ayer me hizo pensar en otros temas escabrosos, como las visitas al dentista.

Mis dentistas han sido variados y ninguno memorable por ser buena persona, desde el imbécil que me dejó toda mi infancia esperándolo enormes ratos (alguna vez me tuvo en la sala de espera tres horas) hasta el obsesivo compulsivo con el que voy ahora, pasando por un odontopediatra que, si bien era relativamente cuidadoso, la decoración con cientos de figuritas infantiles hacían de su consultorio el paraíso de un pedófilo.

Seguramente por eso es que los desprecio tanto. Estoy convencido de que los dentistas son sádicos por naturaleza, pero no por decisión sino por frustración.

Me explico: son seres incompetentes para la medicina y una gran mayoría llegaron a la escuela de odontología como rechazados de la de medicina, por tanto, para cubrir su imbecilidad decidieron pretender mantener cierto control sobre la salud de la gente (a diferencia de los veterinarios) a través de meterles mano en la boca.

Usan instrumentos muy complejos y puede que vean bastante sangre (quizá más de la que muchos médicos) en sus carreras, pero por sus demonios disfrutan el dolor que inflingen a sus víctimas... no, no pretendí escribir pacientes.

De sólo pensar en ellos me duele la cabeza y me parece incomprensible que alguien (Strozzi) haya podido dormirse mientras le hacían una endodoncia.

Recuerdos cadavéricos

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Hace tiempo que no pensaba en las cuatro escenas sobre las que estoy a punto de escribir. Por algún motivo pensé en ellas. Aunque parecen extraídas de películas gore, las vi y ahora, años después, las escribo en orden cronológico.

1. Era, probablemente, 1985 -tengo esa idea por la edad que recuerdo haber tenido entonces- y yo iba en el asiento del copiloto del auto de mi madre con rumbo al sur sobre una avenida grande. Era de noche y había llovido, el tráfico estaba peor de lo normal en esa vía.

Cuando finalmente parecía aclararse el camino, vi una combi sobre las dos ruedas traseras y un bulto enorme entre las delanteras, las cuales no alcanzaban a tocar el piso. Al acercarnos un poco más, vi que el bulto era un cuerpo humano terriblemente obeso. Alcancé a verle la cara y, aunque no recuerdo sus facciones, se veía increíblemente hinchado, como si los ojos estuvieran al borde de explotar.

2. Una tarde salí de la secundaria, por 1993 ó 1994, y fui a casa de un amigo que vivía cerca de ella, en una calle muy pequeña (casi un callejón) y habíamos ido, mi amigo y yo, a comprar algún refresco a la tienda de la esquina (aún no fumaba, de lo contrario diría que serían cigarros).

Notamos un grupo de tres indigentes en una borrachera brutal y los pasamos de largo, pocos pasos después escuchamos un camión repartidor de coca-cola y gritos. Volteé a ver qué pasaba y lo único que recuerdo es ver que uno de los tres se aventó a las llantas del camión (quizá se tropezó) y este le reventó la cabeza.

Mientras la gente se acercaba a ver (nunca faltan los necesitados de hacerlo), seguimos a la tienda para comprar lo que sea que hayamos buscado. A la vuelta, el cadáver quedaba de camino, así que tuve que verlo... no iba a hacerme pendejo y mirar a otro lado.

El cuerpo estaba sobre el asfalto, no se alcanzaba a ver siquiera el cuello. Sobre el pavimento se notaban trocitos de cerebro, un poco rosas pero más bien enrojecidos, supongo por la sangre.

3. En 1996 estaba ya en la Universidad, una amiga me invitó a que la acompañara a un recorrido por la Facultad de Medicina porque ella quería estudiar ahí (nunca pudo entrar y lo último que supe de ella es que terminó como estudiante de veterinaria, jajaja).

Aunque este no involucra un cadáver fresco, es bastante nítido el recuerdo. Íbamos en un grupo de 15 ó 20 personas y después de pasar por el repugnante bioterio y algunos laboratorios, el "guía" nos llevó a una sala grande. A diferencia de lo que imaginaba, el cuerpo estaba descubierto y todas las luces encendidas.

Fue explicando paso a paso la forma en que la mujer había sido disectada y nos explicó que había padecido cáncer, que nunca tuvo hijos, que tenía alrededor de 25 años, que blah, blah, blah mientras tomaba capas de cuerpo y las iba levantando.

Primero la piel que descubría las costillas, luego las costillas que dejaban ver el lugar donde alguna vez estuvieron sus pulmones y corazón, luego el vientre y nos mostró la matriz. Siguió sacando pedazos de lo que parecía una maqueta de tamaño natural. Estaba tan manoseado y trabajado ese cuerpo, que me fue imposible imaginarlo con vida.

4. El último y más reciente evento (sí, aunque suene a avistamiento de ovnis) fue por 1999. Volvíamos en dos autos de un corto viaje en carretera en dos autos. Yo, por supuesto, lidereaba el camino.

En un instante volteé por el retrovisor para ver si el otro auto seguía detrás de mí y en ese momento vi que aquél golpeó a algo. Mis acompañantes se sorprendieron cuando frené y les dije "golpeó a algo". Me bajé del coche y fui a ver si los otros estaban bien.

Absolutamente impávidos, asintieron. El parabrisas estaba estrellado con un cráter cargado del lado izquierdo (en ese momento no reparé en la sangre). Corrí a ver qué era el bulto que yacía en la carretera y era una mujer. Estaba con la cabeza alejada de mí y las piernas formando un 4.

Me acerqué a verla y buscarle pulso. Estaba muerta. Regresé a movilizar a mi compañía, los del otro auto seguían dentro de él y fui a buscar señales para el camino. Mandé a dos mujeres a dar aviso a la caseta de pago y regresé a colocar los triángulos. Incompetentes; nunca lo hicieron y terminé yendo yo a dar aviso y solicitar los servicios de emergencia con las manos manchadas de sangre.



Así, sin más, estos son los cadáveres que recuerdo haber visto. Algunos con más nitidez que otros. No son muchos, lo sé, pero son bastante más de lo que esta sociedad ve y recuerda.

Ruido

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El humor de este martes está siendo bastante malo

Hay demasiado ruido, hace calor y no tengo escapatoria.

Desde el terrible tráfico de esta ciudad, fue posble captar la tranquilidad en un área verde ridículamente pequeña, en medio de unos 70 autos, todos en movimiento suave. No suena mal para pasar una tranquila tarde

Movimiento perpetuo

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La efímera existencia de cada humano ha quedado probada una vez más en esta Ciudad de México. Esta madrugada, apenas unos minutos después de la medianoche, tembló.

Con el movimiento, los recuerdos que cada habitante tiene de la historia de los sismos aquí se revive. Desde el temblor que tiró al Ángel de la Independencia de su columna en 1957 (yo aún no empujaba piedras), la paranoia nacional , si bien relativamente perpetua, se aviva con los temblores.

El siguiente fue en 1985, con incalculable número de muertes y valor inestimado de daños materiales. Este, sin embargo, brindó a la sociedad capitalina la capacidad de organización espontánea que derivó en lluvia de apoyo desinteresado, con miles de voluntarios volcados a las calles a tratar de recuperar a sobrevivientes o restos de quienes fallecieron bajo los escombros.

Mis recuerdos de 1985 son muy limitados, pero las anécdotas que he escuchado desde entonces son impactantes. Desde la que contó una mujer, quien recién operada en una cama de hospital vio cómo se desplomaron edificios en Tlatelolco a una maestra que salvó la vida brincando del techo de su edificio de seis pisos al siguiente, justo antes de que el propio se desplomara...

Y, por si esto no fuera suficiente, la que escuché de una reunión agendada para ese 19 de septiembre, a la que llegó un hombre cubierto de polvo, sin recordar cómo había llegado hasta la oficina tras pasar la noche en el caído Hoter Regis del centro de la ciudad (hoy "Plaza de la Solidaridad", junto a la Alameda Central).

Esta mañana sólo se movió un poco la tierra. En el quinto piso se sintió con alguna intensidad (casi nunca siento los sismos) y los gatos apenas atinaron a despertarse... Ellos, tan maravillosamente impávidos, me devolvieron a la cama, desde donde contesté algunas histéricas llamadas para cerciosarse de que todos estábamos bien.

Axiomas

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Retomar (mantener) el curso de algo es más difícil que iniciarlo.

Este espacio es fiel muestra de la afirmación que, por cierto, me parece axiomática; es decir, no necesita comprobación alguna.

Algunas proposiciones similares, al menos en su carácter, son:
  • Más que la de la gravedad, la de Murphy es la ley más aplicable en el mundo
  • Alea iacta est
Y, por supuesto:
  • dios no existe
  • si existe, me odia
  • si me odia es por mera envidia