El tercer tiempo

El fútbol suele tener sólo dos mitades, pero alguien descubrió el tercer tiempo de los partidos y hoy los conocí.

Después de 90 minutos reglamentarios de cervezas frías, en los que mi querido equipo, otrora bicampeón del torneo local, no pudo hacer más que aguantar un triste, aburrido y deslucido empate sin goles, salí del estadio a encontrarme con mis primos, mientras probaba las mieles de la chela (también fría) del estacionamiento en lo que ellos conocen ahora como el tercer tiempo del fútbol.

Con éste sumo ya tres miércoles al hilo en los que el maravilloso alcohol (sí, ya sé que sueno como un terrible borracho o, incluso, como alcohólico... pero me vale madres) se filtra suavemente por mi garganta y se mezcla con mi sangre para generar la alteración necesaria de mi estado que, a través de este medio, llora mi sermón de vino.

Y, sin embargo, se mueve... y me siento como escribió Gustavo Cordera (vocalista de la Bersuit), tomando para no enamorarme... pero, a fin de cuentas, tranquilo estoy y, por lo pronto, me doy por bien servido (y no me refiero sólo a las chelas).

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